Quedan cerca de tres meses para que llegue el 21 de diciembre, fecha del solsticio de invierno en el hemisferio norte y día en el que, según no pocos agoreros, se producirá el fin del mundo supuestamente anunciado por los mayas.
A pesar de que los especialistas han negado que los mayas vaticinaran apocalipsis alguno, y que por tanto no hay nada que temer, según avanza el calendario aumentan las referencias a las profecías, especialmente en Internet.
Esta singular "fiebre apocalíptica" surgió a raíz de una mala interpretación de los calendarios mayas, y concretamente del hecho de que el 21 de diciembre se produce el fin del decimotercer batkum (periodo de 394 años) de la era maya. Es decir: se acaba un ciclo, pero no por ello los mayas creyeron que acababa el mundo.
En cualquier caso, si algo bueno ha tenido la difusión de las mal llamadas "profecías" mayas es que han servido para popularizar entre el público los notables conocimientos astronómicos que tuvieron algunos pueblos precolombinos, como mayas o aztecas.
Y es que aunque últimamente se oye hablar más del mundo maya —debido precisamente a la fiebre por el supuesto fin del mundo—, los mexicas también fueron destacados astrónomos.
Una buena muestra del interés de esta cultura por los astros se encuentra hoy en el Museo Nacional de Antropología de México, donde desde hace años se custodia un relieve escultórico que se ha convertido casi en emblema de la cultura mexica: la llamada Piedra del Sol, más conocida como Calendario azteca.
El hallazgo de esta pieza monolítica se produjo en 1790, concretamente en la esquina sur-oriental de la actual catedral de ciudad de México, justo en el lugar en el que se levantaba el antiguo centro ceremonial de Tenochtitlan.
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